viernes, 29 de diciembre de 2006

Sadam on sale

Hoy o mañana o dios dirá, pero vas a volar. Vas a volar lento, a centímetros del suelo y girarás sobre ti mismo eyaculando en aspersión semillas de mandrágora nuclear y crecerán en derredor, al fin, armas de destrucción masiva: misiles fálicos de ida y vuelta: de Irak al culo de algún siniestro presidente americano. La sangre no se detiene. Sadam, te van a matar. Y a continuación: tu cara condenada a la máquina mundial de impresión sobre rojo textil. Azores-USA-CandemTown. Querido Sadam, serás mártir de cara armada y perfil siniestro. Te queremos ver en las camisetas de mercadillo, seis libras en el market de Camden Town, junto al Che cibernético, a Alex y sus drugos de la naranja mecánica, a la moto Vespa tricolor. Sabía yo de este final. Han sido muchos meses en las portadas de periódicos y en las páginas interiores. Cada día. Siempre te sacaban con esa cara de loco envenenado; esos ojos díscolos y ese gesto endemoniado cual si fueras el Saturno devorando a su hijo, devorando a tus chiíes. Nos han preparado para odiarte y no era necesario, ya te odiábamos tal cual. Ahora te lloramos con piedad y te añoraremos con la modestia de Jonathan Swift. No te preocupes Sadam, una vez muerto, te van a amar hasta la saciedad. Palabra del tribunal de casación y bendición.

jueves, 14 de diciembre de 2006

Cirugía animal

En una mesa camilla en África le practican la circuncisión a un menor, es costosa y arriesgada, no por la maniobra en sí, sino por realizarse en ese continente. Médicos especializados han descubierto que ese corte reduce a la mitad el riesgo de contraer el VIH. La señora Maruja escucha la noticia con asombro: un 50% no está mal, pero costará Dios y ayuda que no veas. Mientras concateno bostezos meneo el mando a distancia: en la tele operan a un loro a vida o muerte. Los ecologistas coinciden en que el delfín de aleta blanca ya no está en peligro de extinción, ha desaparecido definitivamente. Es el primer cetáceo que desaparece. Las especies animales no toman ejemplo de príncipes y princesas, que aunque mueren permanecen. En el informativo de las tres y media un señor de Scotland Yard afirma tras un elegante atril que la muerte de la princesa Diana vino fue fruto del hostión debajo de un puente y de nada más. Alfayet, rotundo, se opone: fue fruto de una conspiración. Solamente por este idealismo y esta lucha antisistema demostrada por el gran magnate, todos deberíamos visitar sus carnicerías en Harrods. A treinta libras el kilo de carne circuncidada.

Los poetas, los matemáticos menos dañinos de este mundo, también están en peligro de extinción. "La publicidad es la poesía de nuestro tiempo". Un gran vaso de leche en cada tableta…

Póntelo, pónselo.

Etc.

lunes, 11 de diciembre de 2006

Open 24 seven

Nos imagino desnudos frente al mordisqueo canino de esas grandes multinacionales textiles o de software informático o de bebidas isotónicas o de medicamentos pérfidos o etc; miramos asustados y nos meamos en los pantalones cada vez que un pedazo de carne nos cae cerca. Nos encontramos en medio del fuego cruzado, sin tener nada que ver con ninguno de los dos bandos. Simplemente esquivamos las balas, colaboramos en la recogida de cadáveres, incluso cargamos las pistolas que otros disparan. La artillería es automática y se extiende de forma piramidal. ¿Y ese placer que les produce ver sangre, ese orgasmo del degüello, de la producción en masa? [...] Se sitúa a cada uno de los francotiradores en fila india, a la mínima se mueven y les entra un tiro por nuca. Sin remedio han de seguir firmes y disparando sin parar. Y el último de todos no es nadie, su posición está vacía y cubierta por el miedo, porque la existencia de Dios está más aniquilada hoy que nunca. Vuelvo a casa derrotado, en el N 159, con más gente que me ignora, que se ignora.
Reflexiones de autobús, de C. Indico.


Y como se acerca la navidad... hoy tuvimos cena de confraternización en mi empresa; chicas bailando y moviendo sus apetitosas carnes como sacadas de un videoclip cutre, desfiles al baño de dos en dos, todos y todas con sus putas cámaras digitales retratándose entre sí como si no se fuesen a volver a ver jamás, todos y todas con sus malditas sonrisas embusteras. Todo era tan predecible. Me ha dado tanto asco que llegué a vomitar hasta tres veces en media hora. Después seguí comiendo, bebiendo vino y vomitando hasta que casi se me salieron los ojos de la cara.

sábado, 25 de noviembre de 2006

Aeropuerco

En relación a la duda que surge al plantear si la matanza tradicional del cerdo cabe en un mundo moderno, me pregunta mi padre si todavía hay quien se dedica a despellejar ratas para las hamburgueserías de moda, porque -continúa diciéndome con ironía- lo que sí es cierto es que se siguen exportando a Inglaterra los malos galgos de caza para hacer las veces de animales de compañía dicen, y puede que sí, o para hacer bigmacs, que es seguro -afirma él.
Para mí eso no es lo más desagradable. Meterte el miedo en el cuerpo y secuestrar tus libertades sin más explicación que la que se supone que tú te has de dar: es lo correcto y necesario para preservar nuestras propias vidas.

Lo que diga mi padre o lo que diga yo no es valido y es posible. A partes iguales. Al final queda la humillación: andar descalzo en aeropuertos para que tus zapatos pasen control de seguridad o comer el menú sin cubiertos. Qué más da.

A. Fr.

miércoles, 11 de octubre de 2006

Así se robó Carnaby Street

Digámoslo alto y claro: ¿quién se está lucrando con la locura de Leopoldo María Panero? ¿Quién está detrás, quién gestiona sus derechos de autor? ¿Quién le echa azúcar al café tras el que ha de ir a firmar a la feria del libro? ¿Quién le hurta las monedas de su creatividad tutelada o se la paga con un puñado de cigarrillos?
Leopoldo María Panero es un hombre solo rodeado por buitres que hacen befa del cadáver de su mandíbula. Leopoldo María Panero es un hombre sin tarjeta de crédito. Leopoldo María Panero vive a ratos en un manicomio en el que la comida es aceitosa y está preparada por una empresa nacional de catering. Primero, Felicidad; luego, el poeta italiano; y ahora, ¿ahora quién? El Estado enajena los derechos de los locos para repartirlos entre sus familiares y amigos, ¿pueden los locos enajenar al Estado? ¿Sacarlo de quicio al menos?
Reímos, pero mientras la risa se coagula en nuestros labios, Leopoldo María Panero sigue sin tener aún pagado su próximo entierro.
D. Ferdydurke, Madrid 2006.

viernes, 7 de julio de 2006

lunes, 6 de febrero de 2006

El último gran héroe

Tengo miedo, presiento que mi destino me va a deparar un giro desafortunado tarde o temprano, ayer miré a los ojos al último gran héroe.
Lo vi en Carnaby Street, salía de los baños públicos cubierto de una áurea de remordimiento. Agotado, sucio, maloliente y, desde hace tiempo, mudo por vocación, siendo niño ya evitó que su hermano apretara el gatillo de la escopeta de caza de su padre para matar a un cura meticón (que les cobraba una perra chica por paloma que mataban en el campanario de la iglesia del su pueblo) una mañana de viernes de dolores, cuando todavía era un monaguillo pelón. Años más tarde sería el sustituto del último asesino del presidente y el que, mucho antes del atentado fallido contra el Papa, planeó tantas veces matarlo. Su frustración intelectual se resume en una vocación baldía: se le recordará como el poeta que nunca escribió ni una maldita línea recta. Le perdieron la pista después de que dejara su último trabajo conocido: periodista en un pueblo de la provincia de Badajoz. Ahora anda encorvado por ahí, pero sin motivo; yo creo que no le deben achicar ni la vergüenza ni la mala fama, porque sé de buena tinta que renunció a la judicatura y a la política por remordimiento de conciencia anticipado. Durante el tiempo que malgastó en su juventud cursando Licenciatura, interpretaba el papel de Sancho Panza en obras de teatro de poca monta y lo hizo también en varios puticlubs de carretera. Sé que he de cuidarme de no cometer los mismos fallos que él y sé que tengo que hacer bien las cosas; terminarlas, quiero decir. Me advierto a mi mismo, me basta con mirar al último gran héroe que ahora chupa pollas en baños públicos para ganarse la vida, para darme cuenta de todo el horror que puede nacer del destino si no terminas de apretar el gatillo. Y no penséis solamente en la maniobra descriptiva que he podido llevar a cabo en estas líneas, pensad en vuestro servicio público particular.
C. Índico, Londres 2006